Hoy, cuarenta años
después, nuestro comportamiento es muy distinto. Ya apenas quedan tabernas como
aquellas donde se mantenían entretenidas charlas y se bebía acompañado. En
tanto se fumaba, se deslizaban palabras con sentido o sin sentido, o se
meditaba sobre el quehacer diario. Un camarero que escuchaba y opinaba, porque
los clientes eran amigos, y los amigos comparten alegrías y penas.
Foto para la
nostalgia.
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